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El abrazo es el mágico remedio

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“Capturaron al Chapo Guzmán”. Durante los últimos días en todos lados fue el titular de la nota.

Si bien en muchos sentidos es un triunfo del gobierno, sabemos que la detención es como expresa la caricatura de Camacho, publicada en el periódico Reforma, en la que el presidente Peña Nieto presume una planta recién arrancada del suelo con una etiqueta en la que se lee “Chapo”, mientras el subsuelo está invadido de raíces gruesas e intrincadas que surgen de un gran tronco.

El día de la noticia coincidió con la llegada a mis manos de un libro titulado “El abrazo”, gracias al regalo de una amiga. Es un cuento para niños escrito por David Grossman, considerado el escritor más relevante de la literatura israelí contemporánea, e ilustrado por Michal Rovner. Un pequeño libro con un mensaje hermoso.

Leí de inmediato la historia y me llevó a pensar que si todos los papás de México la leyéramos y pusiéramos en práctica, atacaríamos de raíz muchos problemas, incluido el de la violencia, cuyos orígenes se relacionan con algo muy sencillo y a la vez complejo: no sentirse querido.

¿Por qué otra razón un ser humano se comporta en contra del bien? Recuerdo cómo cambió mi concepto sobre la famosa “Mata viejitas”, una mujer que cuando era niña fue regalada por su madre a un desconocido en una cantina, a cambio de unas cervezas. No justifico sus acciones, pero puedo llegar a entender el origen de su comportamiento.

Asimismo, desconocemos la infancia del Chapo, pero sabemos por Zulema Hernández, una ex policía que lo conoció en la cárcel y que se convirtió en su amante, que “cuando él habla de su infancia, parece como suspendido, como si fuera algo que quisiera olvidar”, según narra Julio Scherer en su libro “Cárceles”.

De la misma manera, si investigáramos el pasado de todos los delincuentes, probablemente encontraríamos que provienen de hogares disfuncionales, en los que no se sintieron queridos.

Todos los padres queremos a nuestros hijos, sin embargo, hay ocasiones en que no podemos expresárselos adecuadamente, ya sea por inexperiencia, ausencias prolongadas, conflictos profundos emocionales, separación de la pareja y demás.

Por eso sugiero acudir al libro de Grossman: comienza con el dibujo de una madre que abraza a su hijo de unos 10 años de edad. En el libro se puede leer:

-Eres un cielo -dijo la madre de Ben cuando se fueron a pasear por el campo al atardecer-, ¡eres tan dulce!, ¡no hay otro como tú en el mundo entero!

-¿De verdad no hay nadie como yo? -preguntó Ben.

-Claro que no -dijo la madre-, ¡tú eres único!

Siguieron caminando despacio…

Después de hermosas metáforas en el que el niño le expresa a su madre que el pensamiento de “ser único” lo hace sentir solo, el cuento concluye:

La madre lo abrazó. Sintió el corazón del hijo latiendo al abrazarla. También Ben sintió el corazón de la madre. La abrazó con todas sus fuerzas.

-Ahora no estoy solo -pensó durante el abrazo-,

-¿Lo ves? -le susurró la madre-, para esto exactamente se inventó el abrazo.

Leo entre líneas a Grossman: ama y ámate; sé una persona más amorosa, lo que das a otros te lo das a ti mismo. Cuando damos amor a otros a través abrazos, actos de bondad, gratitud, solidaridad, recibimos todo esto de regreso.

Pienso que el amor expresado en los abrazos, es bueno para ti, bueno para tu familia, bueno para tus amigos, bueno para México y bueno para el planeta.

Lo dicho: la falta de amor es el origen de todos los problemas.

(*) Escritora


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