Cada día son más alarmantes los casos de violencia familiar, específicamente de padres que causan violencia a sus hijos, ya sea de palabra, física o la violencia de la indiferencia.
¿A qué se debe esto? ¿Es que acaso falta formación en el amor? Ciertamente no hay un método para ser los mejores padres, pero éstos son el reflejo de la educación que recibieron. Pero esto de ninguna manera se puede convertir en un pretexto para violentar a los hijos en el intento de educarlos.
Padres que amarran a sus hijos, que los dejan sin comer por varios días, que los someten a golpes “para que aprendan” o los echan de la casa son algunos ejemplos de la violencia que se puede cometer en la familia.
En el ministerio sacerdotal es muy difícil decirle a un adulto que debe amar a sus padres cuando él mismo en su etapa infantil sólo recibió de ellos golpes e insultos.
La comunidad cristiana no puede quedarse callada ante esta situación. Por eso es necesario apostar por la educación en los valores humanos y cristianos. Valores que son permanentes, que no pasan. Debemos velar para que hayan familias sanas de mente y, sobre todo, llenas del Espíritu de Dios.
Responsabilidad
Todos somos responsables de que existan familias en paz y en unidad: desde los gobiernos y la Iglesia hasta las instituciones y las mismas familias. Abramos nuestros ojos pero sobre todo el corazón para ser una comunidad cada vez más sensible ante esta necesidad.— Presbítero Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos, coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud
Correo: pastoralsalud yucatan@hotmail.com.