Basta con decir “soy muy torpe” para concederse
Esa mañana muy temprano nos encontramos en el gimnasio y entablamos una plática de pasillo. Sin darse cuenta, Claudia me dio una gran lección en segundos. Me estaba narrando algo, cuando al cabo de decirme: “Es que soy muy distraída” reculó de inmediato y corrigió: “No, a veces, me manifiesto distraída” y continuó la conversación como si nada.
Dos cosas me hicieron gracia: la expresión en sí y lo cautelosa que fue al usar sus palabras. Entendí con ello que mi amiga está consciente del poder y de la fuerza que éstas tienen sobre nosotros y sobre lo que afirmamos y declaramos.
Al considerar que nuestras palabras son órdenes para el cerebro, desde ese día decidí adoptar la expresión “a veces me manifiesto como.”, con lo que procuro ser más consciente de lo que expreso y la manera en que lo hago.
Parecería mentira que basta con decir “soy muy torpe o inseguro o distraída” o “siempre estoy lleno de achaques” para que el universo exclame: “Concedido”. Tengamos en cuenta que el cerebro no sabe distinguir entre un dicho en broma y uno en serio, y cual fiel servidor sigue la creencia que fabricamos.
Afirmar yo soy esto o lo otro tiene más fuerza de la que imaginamos; la creencia se instala, quedamos atrapados en lo que expresamos y nos volvemos esclavos de nuestros propios circuitos emocionales. Permitimos así que las voces de nuestra conciencia, evalúen nuestra aceptación y rechazo hacia nosotros mismos y los demás; y éstas se basan en creencias que usamos para crear el “yo” que creemos ser. Sin darnos cuenta estamos llenos de hábitos inconscientes que nos limitan enormemente. Además, solemos vivir distraídos, no estamos donde estamos, de tal manera que las palabras escapan por la boca de manera mecánica.
Mas no sólo eso, afirmar algo negativo produce un estado tóxico en el organismo. Por ejemplo, cuando la persona se liga estrechamente a una expresión llega a identificarse con ella: “Yo soy muy ansiosa o celoso o miedosa o torpe” y demás. Hay estudios que demuestran que el cuerpo reacciona a este tipo de afirmaciones, lo que se refleja en los niveles de glucosa, en el ritmo cardiaco, en la tensión muscular, en la digestión y en la liberación de cortisol. Cuántas veces hemos escuchado a las personas decir cosas como: “duermo muy poco” o “engordo con sólo ver la comida” o “soy muy malo para tal cosa” o “nunca podría hacerlo” o “yo no digiero el ajo” y demás. Y ¿qué crees? Todo lo declarado se cumple.La mente es la que gobierna al cuerpo, es decir, el pensamiento es una causa que nutre una cadena de reacciones tóxicas o nutritivas en cada una de las células del organismo. Basta creernos algo para que el cuerpo reaccione. Puede surgir un problema si tenemos una mente desbocada que funciona a mil por hora, que nos lleva de aquí para allá y nos llena de estados angustiosos, temor, enganches con el pasado o aprensiones futuras.
“No hagas nada sin ti”, suele repetir Cristina, mi maestra de yoga, a lo que yo agregaría: “No digas nada sin ti, no afirmes nada a menos de que sea constructivo y consciente, en especial cuando te refieras a ti mismo. Cambia de canal. Procura inspirar ideas nuevas, de vida, buenas y alegres. Piensa y afirma lo que sí quieres experimentar. Cuando quieras mejorar o cambiar algún aspecto de tu carácter o hábitos, te invito a utilizar la expresión de Claudia: “A veces me manifiesto como.”, en vez de calificarte negativamente. No cabe duda de que cambiar nuestras creencias, podría llevarnos a tener vidas más felices y satisfactorias.