Tengo un sobrino de 16 años al que nunca le he conocido una novia. Cada vez que le hablo de chicas se sonroja.
El único lugar donde se atreve a compartir con ellas es internet (allí tiene cientos de amigas). Le pregunté por qué no salía con ninguna amiga y respondió cabizbajo: “Soy muy tímido, me da miedo hablarles”. A lo que respondí: “Tu miedo no es hablarles, ¡tu terror es que ellas te rechacen!”.
Así como él, personas de todas las edades y clases sociales sufren de timidez. Este sentimiento afecta la manera en que los individuos se comportan con otros. Cuando tienen que socializar se sienten incómodos, nerviosos, avergonzados e inseguros. Incluso les tiembla la voz, les falla la respiración, les sudan las manos, se sonrojan y hasta la mente se les puede quedar en blanco.
Los tres temores más grandes de un tímido son: al rechazo, a hacer el ridículo y a equivocarse. El error más grande que cometen los tímidos es que tratan de evadir situaciones en las que tengan que relacionarse con otros, cuando estas oportunidades son precisamente las que deben afrontar para aprender a ser más seguros.
Si tu timidez afecta tu vida, trabajo o relaciones, es hora de enfrentarte a tus miedos. No esperes a que un día te levantes y digas: “¡Ya no soy tímido. hoy tengo el valor para expresar a otros lo que siento!”, pues te quedarás esperando para siempre. Lo único que te ayudará a superar tu timidez es atreverte a acercarte a los demás. Inscríbete a un gimnasio, una clase baile, arte o deporte y empieza por saludar a los desconocidos. Es normal sentirte incómodo al principio, pero poco a poco estarás más seguro de tus acciones. Tu personalidad es un músculo que tienes que ejercitar, mientras menos socialices más se atrofia tu espontaneidad. Por eso le dije a mi sobrino: “Tus amigos con novia sufren el mismo miedo que tú, la diferencia es que ellos no permiten que su timidez los paralice”.
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(*) Escritora