Se llama Felipa Interián Parra y nació el 26 de mayo de 1915 en Dzan, donde en aquel entonces no existían automóviles, motos y ni siquiera bicicletas. Hoy el pueblo “ha cambiado, ha crecido, ya no es como antes”, recuerda la centenaria dama al hablar del lugar donde aún vive, en una casa situada a dos cuadras del Centro.
Doña Felipa, hoy tronco de una familia numerosa que incluye a dos hijos, diez nietos, once bisnietos y una tataranieta, se declara feliz de llegar a los cien años, a lo que, por cierto, no le da tanta importancia. “Me siento bien”, es lo único que dice en relación con su longevidad. “La verdad, no siento que tenga cien años, lo que siento es no tener fuerza”, dice en plática con el Diario.
Y es que si no fuera por una caída que la mantiene en silla de ruedas y una fractura en un brazo, doña Felipa pasaría por una mujer de menor edad. Diez años antes todavía se atrevía a viajar en moto como pasajera. “Tenía noventa años”, dicen maravillados sus familiares.
Lo cierto es que doña Felipa no es la primera de su familia en vivir más de un siglo. Su papá vivió 111 y su mamá, 106. Su abuela Regina también vivió más de cien.
Dice que no hay un secreto para vivir tantos años, más que comer sano y no tener vicios. Pero eso no es de lo que quiere hablar, ella quiere contar sus años en Dzan cuando tejía sombreros de huano en una cueva.
El oficio lo aprendió de su suegra y eso le ayudó, al igual que la venta de cítricos, a crecer a sus dos hijos después que su esposo, Prisciliano Interián Palomo, falleciera.
Tenía diez años de casada cuando enviudó y no volvió a contraer matrimonio. “Era un hombre muy bueno, no tomaba, no tenía vicios”, dice de su esposo mientras posa sus manos en las flores de su hipil bordado.
A su marido lo conoció según las costumbres de su pueblo. Tenía 21 años cuando a su casa llegó Prisciliano para pedir su mano. Los padres de ella, Benigno Interián Ruiz y Marcelina Parra Pérez, estuvieron encantados.
El noviazgo en realidad fue corto, pues casi de inmediato se realizó la boda en la iglesia de Dzan. La fiesta fue sencilla y en ella sirvieron relleno blanco. “El relleno blanco no me gustaba tanto, yo prefería el relleno negro”, dice doña Felipa, quien hasta el día de hoy come chile habanero.
Llegaron los hijos, primero Marcela y luego Jesús Abundio, y aprendió a tejer sombreros y cultivó un huerto en su casa.
Su devoción la llevó a participar en los gremios en honor de Santiago Apóstol. La fiesta de septiembre llenaba de colores las calles, los feligreses entraban a la iglesia con sus ramos y estandartes y luego salían para ir a casa del presidente del gremio que ofrecía un convivio. “Yo nunca lo recibí (al santo) porque costaba mucho dinero”, cuenta para luego recalcar que todo ha cambiado en el pueblo.— Iván Canul Ek
Centenaria Recuerdos
Felipa Interián conoció a su marido a los 21 años, según las costumbres del pueblo.
Fortaleza
La enfermedad y la muerte de su marido fueron un golpe duro, pero Felipa se supo reponer, encontró apoyo en su familia y en la iglesia. Hasta hoy es Legionaria de la Medalla Milagrosa.
Actividades
Con su esposo iba a Motul y Valladolid a vender naranjas, mandarinas, toronjas y chinalimas hasta que él murió.
Bicicletas
En Dzan ya hay muchas bicicletas, la primera que se vio de hecho fue la de su yerno.