Carta para Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno de la Ciudad de México:
Ustedes los políticos sólo se preocupan por crear una fachada que sea popular en una ciudad en la que, supuestamente, la criminalidad va a la baja. Pero permítame platicarle uno de los miles de casos que a diario suceden en nuestra capital.
Me enseñan la foto de un joven de 24 años y veo una mirada llena de vida, una sonrisa que enamora y una lozanía general que emana optimismo por el futuro. Se llama Roberto I. Hernández Monasterio. El sábado 9 de mayo, este muchacho fue a dejar a su novia a su casa después de divertirse con un grupo de amigos en un antro de la ciudad de México.
Eran las tres de la mañana cuando Roberto y sus dos amigos decidieron pararse a comer en una taquería repleta de otros trasnochados, en la delegación Miguel Hidalgo. Mientras cenaban, dos sujetos enmascarados llegaron a asaltar a todos los comensales.
“Las carteras, los celulares y los relojes”, gritaron los encapuchados, mientras apuntaban a todos con las pistolas. Roberto tuvo problemas para abrir el broche de su reloj, por lo que uno de los maleantes le dio cachazos en la cabeza.
Al sentir el chorro de sangre en la frente, Roberto le dijo: “Cálmate, no me pegues, yo te lo doy”, y detuvo la mano que le golpeaba. Comenzaron a forcejear cuando al otro encapuchado se le hizo fácil apretar el gatillo y echarse a correr. Roberto quedó sin vida tirado en el suelo.
Problema de siempre
Señor Mancera, noticias como ésta oprimen el alma y nos dejan en la oscuridad, con la desesperanza como única acompañante. Éste es uno más de los casos que quedan impunes y que se acumulan no sólo en los registros de la policía, sino en el ánimo de la gente.
Qué rabia, qué impotencia, qué manera tan absurda, tan ridícula de perder la vida de un joven en plenitud, deportista, buen hijo, buen hermano, trabajador y con planes de casarse el año que entra. Lo único que los ciudadanos alcanzamos a preguntarnos es “¿por qué y hasta cuándo?”.
Como ciudadano indigna que a los funcionarios solamente les preocupe disfrazar mediante cifras y estadísticas tramposas lo que en realidad sucede en nuestra ciudad. Enoja ver cómo se dilapida el dinero en campañas políticas, en comprar a la gente, a las mafias de taxistas, de ambulantes y a los sindicatos.
Los pleitos entre partidos nos tienen indiferentes, uno es tan malo como el otro, tan corrupto como el otro. Son buenos para prometer y malos para cumplir. Una vez que los candidatos conquistan el puesto, como gobernantes jamás se vuelven a acordar de la gente, de su bienestar ni de las prometedoras ilusiones que nos hicieron.
Cuánto dinero se gastan en campañas personales y egoístas, en lugar de invertirlo en transporte, educación, mayor seguridad, o bien, en infraestructura.
Es triste leer al escritor José Emilio Pacheco, en “Las batallas en el desierto”, y darnos cuenta que ese México, esa misma ciudad de México de los años cincuenta que se abría a la modernidad y soñaba que en el año 2000 estaría a la altura de las principales ciudades de los países avanzados del mundo, lejos de haber mejorado, está peor que nunca.
No sé si esté enterado, pero los jóvenes de hoy buscan fugarse cuanto antes de la Ciudad de México. El séptimo levantamiento de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), realizada por el Inegi el pasado mes de marzo de 2015, nos dice que en términos de delincuencia:
67.9 % de la población de 18 años y más consideró que vivir en su ciudad es inseguro.
67 % ha escuchado acerca de o ha visto robos o asaltos en los alrededores de su vivienda en los últimos tres meses.
Sí señor Miguel Angel Mancera, la realidad no es tan bonita como las cifras que maneja nos pintan.