Un encuentro con la naturaleza, de contacto con la selva que resguarda a los monos araña que pueden avistarse entre sus senderos, de frescas y cristalinas aguas de la laguna que regalan a la vista un hermoso paisaje de múltiples tonalidades turquesa y de aventura, con la posibilidad de lanzarse por la tirolesa o hacer rapel en un cenote… Así es la experiencia que puede vivir en Punta Laguna, una comunidad ubicada en los límites entre Yucatán y Quintana Roo, donde la comunidad le ha apostado al desarrollo sustentable y al ecoturismo.
Punta Laguna es un Área de Protección de Flora y Fauna (APFF) que se conoce como Otoch Ma´ax yetel Kooh, que significa casa del mono y del puma, pues en la selva, que es parte de la reserva, habitan estas dos especies animales.
Durante un recorrido por el lugar se pudo conocer el trabajo que desarrollan los habitantes del sitio, que se enfoca a preservar el entorno y explotar de manera responsable y sustentable los recursos naturales, por medio del ecoturismo.
Para llegar a Punta Laguna hay que tomar la carretera a Chemax, una vez que ha pasado Valladolid, y seguir por la vía hasta llegar a la glorieta en la que si sigue derecho llega a Tulum, sólo que en esta caso rodeará a medias la glorieta para tomar la carretera de la izquierda que le llevará directo a Punta Laguna.
Y aunque es un hecho que así será, unos cinco kilómetros antes de llegar a Punta Laguna se encontrará con el Campamento Hidalgo, una casa tradicional maya con techo de paja, donde mujeres artesanas de la comunidad venden sus productos, tales como blusas y vestidos bordados para niñas, bolsos, carteras, aretes, collares, pulseras, llaveros, diademas y otros artículos que ellas elaboran a mano, muchos de éstos utilizando los materiales que tienen en su entorno como semillas y fibras de diversos árboles.
Apoyadas por Pronatura Península de Yucatán recibieron durante varios años capacitación y asesoría para elaborar productos llamativos y útiles para el visitante, los cuales venden a precios accesibles.
Una escala en el lugar es recomendable antes de arribar a Punta Laguna, donde la diversión y el contacto con la naturaleza le espera.
En el sitio puede optar por dos paquetes: uno que incluye el recorrido por la selva para ver a los monos araña en su hábitat, así como las especies de flora de la región y unas seis estructuras arqueológicas que han sido encontradas en el sitio, y la opción de bañarse en la laguna. El segundo abarca todo lo anterior y se enriquece con la experiencia de la tirolesa, rapel en el cenote de la zona, un paseo en canoa en la laguna y ser testigo de una ceremonia maya.
El recorrido para ver a los monos araña tarda aproximadamente una hora y lo ideal es adentrarse en los senderos de la selva por la mañana, como a las 8, o bien por la tarde, a partir de las cuatro, si se quiere observar a los monos, pues durante el día suelen migrar varios kilómetros en busca de alimento o descanso.
Los doctores Gabriel Ramos Fernández, investigador del Instituto Politécnico Nacional, y Filipo Aureli, investigador por la Universidad Veracruzana, son dos de los estudiosos que han hecho investigaciones sobre el mono araña en la zona, especie en peligro de extinción.
Durante 20 años han estudiado a los monos araña con apoyo de la comunidad y jóvenes de varias partes del país y el extranjero que han acudido para hacer estudios de maestrías o doctorados.
De acuerdo al último censo poblacional de la especie que se realizó en 1998, en el área hay entre 200 y 800 monos araña, un rango amplio, ya que la forma de sacar la estadística así arroja los datos, pues es imposible poder contarlos a todos.
Fue en el año 2002 cuando se decretó la zona como APFF, la cual abarca 5,377 hectáreas. No obstante todas las comunidades cercanas que rodean Punta Laguna colaboran también en los trabajos de conservación y se dedican al ecoturismo como actividad principal, ya que en la zona hay numerosos cenotes y grutas.
El área protegida es un caso excepcional, pues fue decretado como tal por el Gobierno Federal a petición de las comunidades de la zona, algo que no es común debido a que la zona ya se dedicaba a proteger el entorno y necesitaban el apoyo del gobierno para continuar con este labor.
Ha sido la propia comunidad la que decide acerca de cómo y qué conservar llevando al cabo diferentes actividades de aprovechamiento de la riqueza biológica y cultural del área.
Gabriel Ramos y Filipo Aureli destacan la labor que han hecho los habitantes de la zona, quienes han protegido el área.
Sobre los monos araña señalaron que si bien ellos han hecho investigaciones durante dos décadas, los habitantes del lugar los han estudiado durante unos 40 años y conocen a la perfección a cada grupo de primates, a quienes reconocen por los sonidos que hacen o bien por ciertas actitudes que asumen en el grupo.
Eulogio Canul Abán, uno de los guías que hace el recorrido por la selva para los visitantes, indica que los monos araña se alimentan de 150 especies diferentes de frutas y hojas, pero es una de sus favoritas es el ficus.
En la zona se alimentan también del fruto del pich y del ramón.
Aunque en el sitio hay numerosos árboles para que se alimenten, hay épocas de escases y tiene que migrar más adentro de la selva para encontrar comida.
Respecto a su reproducción, la hembra procrea a su primer cría a los 7 u 8 años, y a partir de ahí aproximadamente cada tres años tienen una nueva cría. Un dato curioso es que después de ocho años en el mismo grupo cambia de grupo para reproducirse de nuevo.
De acuerdo a los estudios dejan de reproducirse a los 30 o 35 años.
Se sabe que los monos araña en cautiverio viven unos 50 años, pero en la selva, donde están expuestos a más peligros, no hay un cálculo certero aún.
Durante el recorrido por la selva, otro de los atractivos es ver los montículos de piedra que en algún momento fueron edificios de mayas.
Aunque no han sido rescatados, los guías los tienen bien identificados , han sido catalogados por el INAH y cuentan que había al menos uno que tenía una estructura como altar que se derrumbó, así como inscripciones en estelas que ya se borraron por la lluvia y el sol.
Son seis las estructuras arqueológicas mayas que hay en el sitio y en el recorrido se puede ver también una cueva con un espejo de agua abierto, en la que los monos se refugian para descansar o beber. Al fondo se aprecia parte de la laguna.
Si uno avanza unos metros se encuentra con el pequeño muelle que da acceso a la laguna. Ahí puede optar por hacer un recorrido en canoa, meterse a bañar o bien comenzar una aventura más intensa al arrojarse en la tirolesa que pasa de un lado a otro de la laguna, a lo largo de aproximadamente 50 metros, o el rapel en el cenote.
Si lo solicita con anticipación las mujeres de la comunidad pueden preparar la comida para los familias o grupos que lleguen al sitio. Otra opción es acampar, por lo cual se cobra una cuota de $100 por persona.— Iris Ceballos Alvarado