El protocolo es, por llamarlo de alguna manera, el padre de los buenos modales, y lo podríamos resumir en una sola palabra: cortesía, que viene de Corte Real, donde se hacían bien las cosas.
A los buenos modales también se les conoce como etiqueta, ésta no es sólo la que se encuentra pegada en un frasco en una caja de cereales, sino que “la etiqueta social” es la que nos indica cómo comportarnos en cada momento en la sociedad.
Por ejemplo, para acudir a una entrevista de trabajo nos dice cómo sentarnos, cruzar las piernas, vestir, qué documentos llevar y todos los conocimientos que estén a nuestro alcance para dar la mejor imagen de nosotros.
La etiqueta es nuestra carta de presentación. Nada de acudir a una entrevista de trabajo masticando chicle, es la peor imagen que puede transmitir una persona.
Nuestro comportamiento en la mesa es analizado al milímetro por los directivos que nos van a contratar, porque muchos negocios se cierran en torno a una mesa, y si el aspirante no sabe utilizar los cubiertos o comportarse en la mesa, habla con la boca llena, golpea la copa para llamar la atención del camarero, se pone la servilleta al cuello, no sabe usar las copas.., todo le será tomado en cuenta a la hora de valorar si es candidato a ocupar un puesto importante.
Los buenos modales están destinados a personas que se preocupan por ser consideradas y dar un toque de distinción a su personalidad, procurando que éstos se vuelvan un hábito, ya que utilizar las normas de etiqueta en nuestras vidas habla de mejorar nuestro mundo y son valores al alza.
—————
*) Diplomada en protocolo y organización de eventos, y artista plástica.