Enrique no tuvo otra opción que recurrir a la fuerza y separar la Iglesia Inglesa de la de Roma haciendo poco caso de las consecuencias (incluida la excomunión). Mandó a Catalina a un castillo lejos de Londres.
Sólo con estas condiciones Ana Bolena se entregó al fin al rey sabiendo que había ganado y que próximamente sería reina. Ana Bolena quedó embarazada, ¿sería el heredero varón? Urgía legalizar el matrimonio para que el hijo pudiera pretender al trono aunque fuera al precio de un cisma con Roma, adoptando leyes que hicieran de Enrique jefe de la Iglesia de Inglaterra y Juez Supremo del país. En estas condiciones se pudo anunciar el divorcio con Catalina y realizar la boda con Ana Bolena, pero el hijo esperado fue una niña que fue bautizada Isabel (la futura gran Isabel I). En el momento en que Enrique vio que era una hija muere el amor que éste sentía por Ana Bolena. Más tarde la pérdida de un hijo varón nonato hace que Ana Bolena acabe de caer en desgracia.
De Roma llegó el resultado definitivo del Tribunal Papal en lo relacionado al matrimonio con Catalina. El matrimonio no puede ser disuelto pero el rey ya no puede dar marcha atrás. Hace que todos sus súbditos mayores de 14 años le juren sermón de supremacía; así consolida la creación de la Iglesia Anglicana acompañada por la expropiación de todos los bienes de la Iglesia.
Aparece una nueva pretendiente: Juana Seymour. Juana es joven, educada, discreta y de buena familia. Enrique piensa cómo deshacerse de su nueva esposa, que es encarcelada en la Torre de Londres. Bajo tortura el músico predilecto de la reina declara que ha tenido relaciones carnales con Ana Bolena; también se le acusa de haber tratado de asesinar a Catalina de Aragón, tener relaciones incestuosas con su propio hermano y haber tratado de envenenar a Enrique. Puros rumores. Se le condena a morir. Un testigo escribe que nunca nadie había ido con tanta buena voluntad al cadalso. El último regalo del rey fue traer de Francia un verdugo para que su cabeza sea cortada no con un hacha sino con espada. “Confío mi alma a Jesús” son sus últimas palabras.
Enrique tiene el camino libre para sus planes con Juana Seymour. Las bodas se realizan al día siguiente de la muerte de Ana Bolena. En esta época Enrique firmaba por millares las sentencias de muerte. Lejos están los días en que el pueblo de Inglaterra depositó todas sus esperanzas en su joven y hermoso rey. Finalmente nace el tan esperado varón, Eduardo, pero muere la nueva reina agotada por el parto. Se dice que Enrique amó a Juana por encima de todas sus mujeres y que su muerte lo dejó realmente desconsolado.
Decide buscar nueva prometida entre los protestantes alemanes, con el fin de obtener alianzas entre los reformistas ante la alianza que acaban de firmar Carlos I y Fernando I, por lo que se le encarga a un pintor pintar las diferentes pretendientes alemanas y al ver un retrato de Ana de Cleves se enamora de ella y se firma el compromiso matrimonial, pero grande es su decepción al ver que Ana nada tenía que ver con el retrato. Al presentarse ante Enrique éste no puede disimular su cólera. Se dice que el matrimonio nunca es consumado y la primera noche de bodas se la pasan jugando cartas. Después de la humillación, la pobre Ana de Cleves tiene que pasar por el proceso de divorcio para que Enrique pueda casarse con Catalina Howard, una de las damas de honor de la reina a la que Enrique convierte en su quinta mujer.
Catalina es una joven atractiva y vivaracha pero pronto aparecen los problemas entre los esposos y ésta también tiene que sufrir el escarnio de ser acusada de adulterio, por lo que corre el mismo destino que Ana Bolena, la decapitación.
Desilusionado de tantos problemas matrimoniales Enrique se dedica a la política extranjera, libra batalla contra Jaime V de Escocia, a quien vence en la batalla de Flodden Field, y firma un tratado con Carlos I para formar una alianza contra Francisco I. Estas batallas le dan nuevos bríos para quererse casar nuevamente, por sexta vez.
Su elección recae en Catalina Parr, quien acababa de enviudar de su anciano esposo. Una vez terminado el período de luto comienza a cortejarla. Era una mujer fina, bien educada, de agradable conversación y buena consejera y enfermera, por lo que piensa que es la mejor opción para sus viejos días y como madrastra de sus hijos.
En su testamento ante el próximo final escribe: “Nuestro hijo Eduardo debe heredar la corona real, el reino de Inglaterra, Irlanda y nuestras posesiones en Francia. Si algo le ocurriera a Eduardo el trono correspondería a María, hija de Catalina de Aragón y, en caso de falta de esta segunda, Isabel, hija de Ana Bolena”.
Enrique VIII muere enfermo, obeso, probablemente con diabetes, sífilis y una fuerte gangrena en una pierna a la edad de 55 años, después de 37 años de reinado. Su cuerpo descansa al lado del de su tercera esposa, Juana Seymour, en la Capilla San Jorge del Castillo de Windsor.
Con la posteridad algunos lo desprecian diciendo que es una mancha en la historia de Inglaterra, mientras que otros dicen que él supo, con mano de hierro, encontrarle un lugar de primer orden a su país entre las potencias europeas.
Las ironías del destino quisieron que no fuera Eduardo ni María los que llevaran a buen puerto los buenos deseos del padre para llevar a Inglaterra a sus encumbradas posiciones debido a sus muertes prematuras, sino Isabel, hija considerada por muchos como bastarda por las condiciones de su matrimonio con Ana Bolena. Reino glorioso, conocido como Era Isabelina o Edad de Oro que vio el desarrollo del teatro inglés y de las famosas obras de William Shakespeare. Los nuevos descubrimientos geográficos realizados y la potencia de la recién creada marina inglesa fueron las bases del gran poderío de Inglaterra.
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*) Traductor, intérprete y filólogo.