Tengo una vecina a la que admiro mucho; pensé que a alguna persona le podría ayudar leer este testimonio, pues personalmente me hizo reflexionar en la manera que educo a mis hijos.
Mi amiga tiene una bonita familia formada por su esposo y tres hijas. Ellos viven en Mérida desde hace algunos años. La semana pasada le pregunté por qué había tanto movimiento en su casa. Y ella me comentó que sus tres hijas realizan actividades: una maquilla a sus amigas los fines de semana y las otras hacen estudios fotográficos; lo impresionante es que están en secundaria y preparatoria.
Me animé a volver a preguntarle si tenían problemas económicos. Y su respuesta me sorprendió. “Hoy por hoy nosotros estamos estables y podemos ofrecerles a nuestras hijas cubrir sus necesidades: techo, comida, ropa, salud, formación académica, incluso diversión. Sin embargo, mi esposo y yo lo platicamos, vimos que parte de la formación que les queremos dar a nuestras hijas es experimentar el valor del trabajo, que va más allá de ganar un ‘dinerito’ para pagar sus gustos, ya que es una oportunidad para que aprendan que ganar dinero cuesta; que si das un buen servicio o producto la gente te busca y te recomienda; que el trabajo dignifica si se hace con amor, honestidad y responsabilidad y que, si además puedes trabajar en algo que te gusta, aprendes a explotar tus habilidades y a disfrutar con tu trabajo”.
Por eso decidí mandar este testimonio, me abrió los ojos y me hizo pensar en cómo yo estaba educando a mis hijos, cómo muchas veces les doy todo lo que me piden y hasta lo que no me piden sin propiciar que ellos sean productivos, que aprendan a esforzarse y experimenten el gusto de la superación personal, entre otras muchas enseñanzas. ¡Gracias. vecina!— Marisol.— Si tienes un testimonio para compartir, comunícate con Ana María al 944-96-73 o escribe a testimonios_ de_vida@hotmail.com.