María Marín
Hay un famoso refrán: “La práctica hace al maestro”.
Sin embargo, cuando se trata de matrimonios, este popular dicho ¡no pega ni con cola! Y es que muchos piensan que las personas que se casan por segunda vez tienen más probabilidades de tener un matrimonio feliz ya que aprendieron de sus pasados errores. Las estadísticas muestran otra realidad.
El 50% de las personas que se unen en matrimonio por primera vez acaban en divorcio, pero lo más alarmante es que cuando se casan por segunda vez en el 67% de los casos fracasan y entre quienes lo intentan por tercera vez el 73% también termina en la corte de divorcios.
¿Por qué las probabilidades de que un matrimonio sea feliz disminuyen cada vez que caminamos hacia el altar? Los motivos son varios, pero quien fracasa es por alguna de estas razones:
La persona se apresura a volverse a casar por soledad, despecho o necesidad económica, sin haberse recuperado emocionalmente de su relación anterior.
En un segundo matrimonio generalmente no se conciben hijos y por eso no hay la misma motivación de permanecer juntos para conservar el núcleo familiar.
Los recién casados ven defectos en la relación con más rapidez y deciden no alargar “el martirio” como lo hicieron antes.
Los problemas económicos, como deudas anteriores y las pensiones alimenticias para los niños y la ex pareja, causan discusiones y sentimientos de injusticia.
También sucede que los hijos no aceptan a la nueva pareja de su padre o madre y esto provoca una enorme tensión en la relación.
La segunda vez no aterra tanto la idea de un divorcio, ya que se piensa: “Ya pasé por esto y sobreviví”.
Después de analizar estas causas “rompe-matrimonios”, ¿será posible que tu próxima relación dure hasta que la muerte los separe? ¡Por supuesto! El secreto de quienes lo han logrado se ha basado en una combinación de acertados pasos.
Primero, tómate un buen tiempo para conocer a esa persona, es algo que toma más de un año. También, acepta que nunca serás la número uno para tu pareja, sus hijos siempre serán su prioridad. Y si pone a sus niños en segundo lugar, ¡ojo!, si no es buen padre tampoco será buen esposo. Por último, emprende con mucha seguridad, fe y positivismo tu nuevo matrimonio. Jamás digas: “Si no me va bien me divorcio”, mejor proclama: “Anticipo un matrimonio feliz, por eso estaremos juntos hasta que la muerte nos separe”.