Sin importar el mal tiempo, los niños y los muchachos del Club Deportivo Palestinos, en las entrañas del sur meridano, no se olvidaron de las tradiciones de los días de muertos. También ahora, como desde hace seis años, levantaron sus altares de Hanal Pixán en un amigable, generoso certamen que comenzó a las 5 p.m. de anteayer.
A pesar del acoso de la lluvia, que iba y venía, los diferentes equipos (infantiles, juveniles, semillas) se dieron a la tarea de levantar sus ofrendas con la ayuda -y esto es lo mejor- de sus padres y familiares más cercanos. Desde las 2 de la tarde, con sólo tres horas de límite, utilizaron las gradas, en vez del verdor de la cancha y ahí pusieron mesa, adornos, alimentos, aunque el agua impidió que se lucieran esas flores amarillas que se esparcen como sendero para las almas vagabundas.
Los difuntos -así lo han comprendido los chicos de Palestinos- están en la base misma de nuestra realidad. Ellos, los que regresan por oraciones y viandas, fomentaron esta sociedad en la que ahora vivimos. Son nuestros abuelos, tíos, cercanos parientes que nos precedieron. Sus actos nos justifican, su memoria nos enorgullece.
En sus altares (ocho entraron a concurso) los muchachos y sus padres, aun en mitad de la llovizna, trataron de ajustarse a la tradición: mesa con mantel blanco, cruz de madera, platos de barro. Se esmeraron con los dulces de coco y mazapán, el pib acabado de hornear, la taza con chocolate…
A cada mesa prestó su debida atención el jurado (maestras Elsa Domínguez de Caballero y Marta Mendoza Abad, así como el abogado Óscar Sauri Bazán) advirtiendo y valorando aquellos rasgos de creatividad y entusiasmo que distinguieron a uno o a otro. Finalmente, tras una breve deliberación, se dictaminaron los siguientes lugares: tercero, el equipo de Infantil mayor; segundo, Juvenil Mayor, y en primero, Niños Héroes.- Jorge H. Alvarez Rendón
Concurso | Hanal Pixán
Teniendo tan sólo tres horas, los integrantes del Club Deportivo Palestinos, alzaron su altar para el concurso.
Siempre brindando apoyo
Como todos los años, animando a sus equipos y en estrecha colaboración con los padres de familia, estuvo el maestro Antonio Osorio Vázquez, quien dirigió palabras de aliento a los concursantes, partícipes en una lucha que no termina a favor de las costumbres autóctonas en peligro ante la influencia del extranjero.