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Y tú, ¿qué esperas?

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escritora

“¿De qué está hecho este hombre?”, me pregunté al conocer su historia. Se trata de un mexicano con la fortaleza y el espíritu de los héroes míticos. ¿Por qué los periódicos y noticieros de México no hablan de él, en lugar de encararnos con toda la miseria del país?

Lo conocí a través de una entrevista que le realizó mi querida amiga Adriana Malvido. Su nombre es Héctor Ponce de León. Su coraje, decisión y resistencia lo han llevado a escalar 300 cumbres en Pakistán, los Alpes, México, Argentina, Bolivia y Perú. Es el primer mexicano en alcanzar tres veces la cumbre del Everest. Y primer mexicano en ascender por la cara norte, la más difícil. Es el primero en realizar ascensos con causa, es decir, subir a grupos de personas ciegas o mujeres sobrevivientes de cáncer de mama. Ha realizado 22 expediciones al Himalaya. Ha sido camarógrafo de altura para Discovery Chanel, CBC y National Geographic.

Héctor logró ascender, el mismo día, en sólo seis horas, los tres volcanes más importantes y altos de México, cuando normalmente lograrlo lleva dos días, por lo que es considerado el más veloz. Hace unos meses realizó algo que nadie había siquiera intentado, por considerarlo imposible: partir del mar de Veracruz para llegar a la cima del Pico de Orizaba (5,100 metros de altura) sin detenerse, en 15 horas con 22 minutos.

Además de todo lo anterior, lo que me llama la atención de él, es esa determinación para hacer las cosas con los 42 años de vida que tiene. No se sienta en la sala de espera de la vida, no mata el tiempo en espera de que “algo” llegue (mejores tiempos, la luz verde, su turno, el momento adecuado, el cero riesgo o una garantía). Al contrario, lo decide y lo lleva al cabo, punto.

El síndrome de la sala de espera. ¿Cuánta gente vive con este síndrome? De acuerdo, hay ocasiones en que esperar el momento adecuado es muy sano; sin embargo, con frecuencia es también un escudo para cubrir el temor, la falta de compromiso, de seguridad en nosotros mismos o, simplemente, significa evadir la responsabilidad de una decisión.

¿Conoces a algún joven que pasados los 30 años, con novia formal siga en casa de sus papás? Personas así esperan que la vida les mande las señales adecuadas para realmente comprometerse. ¿Te suena familiar alguien que está solo, en espera de que llegue el amor, en lugar de ser amoroso?, ¿o identificas a una persona que espera tener tiempo para vivir y divertirse hasta que se reciba, case, retire o acabe de pagar la casa? ¿Cuántos conflictos se perpetúan en espera de que sea el otro el que tome la iniciativa?Estos son algunos ejemplos del síndrome de la sala de espera. Quienes lo padecen no se dan cuenta de que al dar el paso y atreverse a vivir pueden descubrir una canasta llena de regalos y cosas bellas, la cual irónicamente también está a la espera de su “sí”, de su compromiso para entonces mostrar la felicidad, el éxito y el amor.Los síntomas del síndrome de la sala de espera son: sentirse estancado, con apatía y ausencia de energía, como si se estuviera muerto en vida. ¡Y claro!, la vida se detiene porque ellos se detienen.

El remedio a este síndrome es lo que Héctor nos enseña: que debemos tener voluntad, agallas y arrojo. Cuando te das el “sí” a ti mismo con firmeza, el universo ayuda a que las cosas se acomoden. Carl Jung, el psicoanalista suizo, llamó a esto “sincronicidad”. Date permiso: cuando te abres, la vida se abre, cuando estás listo, la vida está lista. Es así que los regalos de la canasta se ofrecen. ¿Qué esperas? —–www.gabyvargas.com

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