Los tiempos modernos nos permiten cosas maravillosas, entre ellas llevar un teléfono celular allá a donde uno va y recibir llamadas donde uno se encuentre: en la calle, el cine, la iglesia, el restaurante, una reunión o el coche.
El que llama normalmente desconoce la ubicación de la persona y a veces ésta reacciona de manera inesperada, increpándonos que estaba a punto de entrar a un estacionamiento, que iba a cruzar la calle y la podían atropellar o, como leí esta mañana, que una señora sacó su teléfono del bolso para contestarlo, no se dio cuenta que estaba abierta una alcantarilla y cayó en ella. La distracción le salió cara porque, aparte de lastimarse, perdió el celular.
El tiempo de la llamada es importante, pues no sabemos si la persona a la que llamamos en ese momento puede atendernos y debemos preguntarle si está ocupada o le llamamos en otro momento. Porque hay personas que empiezan a hablar y no hay manera de callarlas, hay otras que hablan nada más para quejarse; a estas últimas yo les recomendaría que leyeran el libro “Un mundo sin quejas”, de Will Bowen.
Qué dicen los buenos modales al respecto: lo correcto es que la persona que llama se despida, pero si no termina la conversación trataremos de hacerlo nosotros de forma amable, podemos decirle que le agradecemos la llamada pero tenemos un asunto urgente que atender, que llaman por otra línea, que llaman a la puerta o cualquier excusa amable.
Y si la persona que nos ha llamado termina la conversación, y es breve, nos despediremos amablemente agradeciendo su llamada.
—–
*) Diplomada en protocolo y organización de eventos, y artista plástica. Correo: pvarases@msn.com.