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¿En qué piso sueles habitar?

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Imagina que vives en un edificio de seis pisos: cada uno representa un nivel de salud mental y emocional.

El grado de integración entre estos dos factores disminuye conforme los pisos descienden. El piso más alto, el número 1, es el que tiene mayor grado de integración; el piso 6, el más bajo, tiene el menor. Lo curioso es que todos creemos pasar más tiempo en los pisos 1 y 2 -los de hasta arriba-, es decir, los más sanos. Pero es cuestión de ser honestos y revisar si esto es verdad.

Pisos 1 y 2. Están llenos de luz, tienen estupenda ventilación que elimina las energías negativas, son niveles colmados de paz y generosidad. Las personas que se encuentran en ellos se sienten integradas, son casi santas, iluminadas. Están conectadas a su esencia, son optimistas, alegres, profundas y auténticas. Se ocupan del bienestar del mundo, de dar y aportar. Se interesan por los demás y los impulsan. Son relajadas, sensibles y fluyen con la vida.

Pisos 3 y 4. Tienen menos luz, menos ventilación y no tanta paz. Los mortales pasamos la mayor parte del tiempo en ellos. En este lugar es donde la vida suele enviar pequeñas llamadas de atención; a veces escuchamos estos mensajes y a veces no. Es nuestra zona de confort; no le damos al mundo ni le exigimos, sólo cumplimos.

Se adopta un rol social para subsistir y ser aceptado en el mundo. Así, hacemos uso de las mil máscaras que tenemos en el clóset para cada ocasión: la de la persona buena y perfeccionista, la de la ayudadora, eficiente, única y auténtica; la del experto, el leal y responsable; la del optimista, protector o la de pacifista, de acuerdo con los estudios del Eneagrama.

Sólo que con esto, empieza la desconexión de la esencia y el ego encuentra el terreno libre para apoderarse de nosotros: ya no podemos ver más allá. Creyéndonos la máscara, tomamos varios caminos: a) Me vuelvo temperamental, criticón, empiezo a detectar todos tus defectos para educarte;

b) Me vuelvo demasiado linda y empalagosa y quiero resolverte la vida; c) Empiezo a actuar para adquirir una posición y obtener atención, y como sólo me fijo en la siguiente meta, me convierto en un hacedor humano; d) Me dedico a la autocomplacencia, me consiento y me doy en demasía, lo que al final me deprime; e) Evito relacionarme, me alejo del mundo y me refugio en el conocimiento a manera de avaricia; f) vivo en el miedo, en la ansiedad y en la duda, mi atención está en el ambiente, en buscar el peligro, el engaño, las intenciones ocultas de la gente e imagino el peor de los escenarios; g) cuando empiezo a sentir que allá afuera hay algo mejor de lo que tengo, veo mi vaso medio vacío y lo empiezo a llenar de gula, de fiestas y reventones; h) quiero controlar a todos y todo a mi alrededor; i) me fundo con los demás y sigo la corriente con tal de evitar problemas.

Pisos 5 y 6. Aquí ya no hay luz, la energía es muy oscura y succionadora. La falta de ventilación es asfixiante. A las personas en estos pisos les gusta exigir al mundo y quejarse de todo. Sienten ira, resentimiento, mienten y hacen trampas. Se meten en la vida de los demás y son muy hirientes. Necesitan de manera enfermiza que la gente los necesite.

Hay una tendencia agresiva y dominante. Se suele ser confrontativo y controlador. Sucede un abandono de sí mismo y se puede llegar a ser una máquina de trabajo. Se busca la lujuria y la intensidad en todo. Nadie los entiende, necesitan terapia.

Todos, en un día normal, solemos pasearnos por estos seis pisos. El reto está en darnos cuenta y tratar de permanecer cerca, muy cerca de los niveles luminosos.

 

(*) Escritora

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