Pilar VarasGómez (*)
Cuando llegué a Mérida hace tiempo, me dijo una vecina: “Ven a tomarte un cafecito y ‘chismeamos’”. Me quedé sorprendida porque en otros lados de la República la palabra chismear es sinónimo de poner verde a una persona; sin embargo, aquí se utiliza para conversar, platicar o charlar sin más.
El otro día me topé con una persona que insistía en que yo de seguro chismeaba. Gracias a Dios no tengo ese hábito, en España antiguamente para chismear existían los “mentideros” y actualmente la revista “Hola!”. Hablas de las personas que aparecen allí, lo cual no afecta ni a tus vecinos ni a tus amistades.
Cuando expreso algo es porque lo he vivido o constatado, pero no hablo gratuitamente mal de nadie, eso es de mal gusto y es en contra de los buenos modales.
En una conversación tenemos varias formas de “chismear”; está la que se centra en las enfermedades, suele ser muy desgastaste y, como decía una amiga mía, “mi hijita, si después de los cuarenta no te duele nada es que estás muerta”.
Después aparecen los que sufren todo: sufren porque llueve, porque hace calor; a ésos les llamo “los sufridores en casa”.
Y luego están los que se quejan de todo y respecto de esto oí una anécdota de un santo, que iba con el Señor y se quejaba de todo, de las desigualdades sociales, de la salud pública, de cómo lo trataba la vida… Y ya tenía al pobre Señor cansado y le dijo el Señor: “Está bien, tú ganas, yo te alivio de todos tus males pero con una condición, que siempre que te topes conmigo no te quejes, porque si no te dejo como estabas”. Y este santo cada vez que le rezaba al Señor le decía: “Contento, Señor; contento”.
Cuando nos reunamos a “chismear” evitemos hablar mal del prójimo, siempre toquemos temas que nos aporten conocimientos, valores, alegría y sentido del humor a nuestras vidas, porque una persona que ríe es más feliz y vive más años.
Digamos como decía el santo: “Contentos, Señor; contentos”.
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(*) Diplomada en protocolo y organización de eventos, y artista plástica. Correo: pvarases@msn.com.