NAIROBI.— Los estudiantes mexicanos Joana Grisell Gómez y Víctor Hugo Amaya ganaron un certamen internacional de medio ambiente con sus muros de plástico.
En un principio experimentaron con la elaboración de un barniz con unicel (espuma de poliuretano) y acetona; el resultado, un material comprimido y muy resistente, les indujo a estudiar la fabricación de ladrillos.
Tras múltiples ensayos con materiales plásticos, fibra de coco y reactivos químicos, los estudiantes obtuvieron un bloque compacto de inusitada dureza.
Sometido a la prensa hidráulica, el “ecobloque” aguantó una presión de 19 toneladas por metro cuadrado, frente a las 10 toneladas del ladrillo clásico.
Los estudiantes, guiados por el profesor Julián Náder, pensaron que este material resultaría idóneo para abaratar los costos de las viviendas sociales que se construyen en México, que tienen una superficie de 39 metros cuadrados, informa EFE.
Un grupo de arquitectos les preguntó cómo pensaban unir los ladrillos, puesto que el cemento no sirve para esta mezcla. Su respuesta fue convertir los ladrillos en muros que únicamente requirieran canaletas para su ensamblaje, reforzados posteriormente con una malla electrostática, yeso y pintura impermeable e ignífuga.
Una vivienda social de las citadas dimensiones y de ladrillo convencional, con instalación de gas, electricidad y agua, tiene un precio promedio de 350,000 pesos. Con su propuesta de muros ecológicos costaría 175,000.
Ya en plena competencia y defensa de su proyecto llegaron otros “peros” de los jueces, resumidos en el temor a una casa con paredes de compuestos inflamables.
“Están forrados de yeso y recubiertos de pintura retardante. En realidad tienen menos probabilidades de sufrir un incendio que las construcciones habituales”, argumentan sus creadores, cuyas pruebas terminaron por convencer al jurado que los declaró vencedores.
Sueño Conciencia
Patente
Los estudiantes Joana Grisell Gómez y Víctor Hugo Amaya forman parte de una generación de mexicanos que tiene al cuidado del medio ambiente entre sus principales preocupaciones. Regresan al país con la esperanza de patentar y desarrollar un producto “hecho de pura basura”.
Fuente: EFE