¿Qué quieres hacer cuando seas grande? Es una pregunta tan común y al mismo tiempo tan trascendente en nuestras vidas y que en ocasiones, para muchos, es casi inalcanzable realizarla.
Terminé la secundaria y papá decidió que, debido a nuestra situación económica, no debía perder tiempo, así que lo mejor era elegir una carrera corta para que pronto ayudara con los gastos de la casa. Mi madre, conciliando la decisión de él, me apoyó para convencerlo y estudié la preparatoria con carrera, elegí Turismo (soñaba con conocer muchos lugares y ésa era una opción según yo para alcanzarlo).
En el tercer grado cambié de opinión y decidí que estudiaría Psicología, pues siempre me han llamado la atención las relaciones humanas, así que sentí que podría desarrollarme bien ahí.
Como tenía que reunir dinero, decidí buscar trabajo; mi mamá se enteró de un restaurante de hamburguesas que pronto se inauguraría en el Centro, sólo contrataban estudiantes, así que me quedó perfecto y para mi buena suerte fui contratada. Pedí el turno de noche, ya que se ganaba más, aunque terminaba a la una de la madrugada. Mi día a día era agotador pero me sentía feliz, salía de casa a las 6:15 de la mañana para llegar a las 7 a la escuela, regresaba por la tarde, dormía un rato y a las 6 ya estaba en el restaurante.
Terminé la prepa y dos años más estuve trabajando, nuevamente mi madre se enteró de que una reconocida empresa necesitaba recepcionista de turno cortado y como mis clases no eran presenciales me pareció buena opción. Cuando fui a preguntar fechas de examen y demás requisitos me informaron que el plan de estudios sería escolarizado, en ese momento sentí que me pasaba lo peor del mundo. ¿Ahora cómo le haría si trabajaba todo el día? Pensé que mi sueño se había terminado. Pero surgió una oportunidad, ¡algo inesperado y sorprendente! Las necesidades de la oficina cambiaron y una persona que aprecio mucho sugirió la idea de que trabajara tiempo cortado y así fue: estaría de 8 a.m. a 4 p.m. Faltaba encontrar una escuela que, aunque fuera particular, tuviera el turno vespertino y la encontré. Ahora salía de casa a las 7:30 de la mañana y regresaba a las 10 de la noche y también lo hacía con mucha alegría.
En el camino recibí muchas bendiciones que no percibí sino al correr del tiempo: estuve becada los dos últimos años; en el trabajo eran flexibles con algunos permisos; conté con todo el apoyo moral de la familia. Terminé y no me titulé en su tiempo al darle prioridad a otras cosas y por un sinfín de pretextos; sin embargo, a 10 años de salir del colegio, y aunque en casa y amigos me insistían en cerrar el ciclo, decidí tomar un diplomado; en breve reuniré dinero para tener mi título. Continúo trabajando en la misma empresa, a la cual le debo mucho de lo que tengo; de recepcionista pasé a asistente de gerencia, ascendí a asistente de dirección y desde hace un par de meses estoy en el área de Capital Humano.
Curiosamente, cuando inicié la carrera en algún momento pensé en pertenecer a esa área; ahora estoy poniendo toda mi energía, dedicación y entusiasmo en un proyecto que se visualiza como un bien común para la sociedad para que el éxito sea nuestro aliado.
Mi próxima meta es seguir ayudando a todo aquél que no se sienta bien consigo mismo, que no se sienta escuchado, y ayudarlo para que de alguna manera pueda cristalizar algún sueño deseado, ya que todos lo merecemos y podemos alcanzarlo.- Soco.
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