Queridas amigas y amigos todos, aquí estamos puntuales a nuestra cita de cada día 15 del mes para encontrarnos y conocer un poco más a Teresa de Jesús en la celebración de los 500 años de su nacimiento.
Nos dice la Santa que en su época le tocó vivir “tiempos recios” y, quitando lo que ahora vivimos en México, casi todo sucedió en “aquellos tiempos”: Galileo comenzó por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol, el descubrimiento de un nuevo continente confirmaba la redondez del mundo, se inventaron los relojes y la imprenta, epidemias (sólo en Barcelona hubo 6,247 muertos), guerras e invasiones y, para colmo, la división de la Iglesia y la Inquisición. Tiempos parecidos a los nuestros en muchas cosas, como la inquisición de la reforma fiscal y otras cosas semejantes. pero ¿qué vivió y como reaccionó nuestra querida Teresa de Jesús?
La primera cosa que hizo fue amar su mundo, sus gentes, la historia que le tocó vivir: “Iban con mucho miedo a decirme que andaban los tiempos recios y que podría ser me levantasen algo (falsos testimonios) y fuesen a los inquisidores. A mí me cayó esto en gracia y me hizo reír porque en este caso jamás yo temí, porque sabía bien de mí, y que en cosa de la fe, contra la menor ceremonia de la Iglesia, o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura, me pondría yo a morir mil muertes” (Vida 33, 5). Teresa muestra ante la realidad difícil que vivía no sólo sentido del humor y gran libertad interior, sino también una fortaleza y osadía poco común, “tened una santa osadía, que Dios ayuda a los fuertes” (Camino 16, 8).
Era como los profetas, porque penetraba en el interior de las situaciones y de las personas, captaba el sentido profundo de la realidad, la aceptaba, la amaba y la oraba para discernir qué hacer, cómo hacerlo y encontrar el camino de la verdad: “La verdadera seguridad está en ir muy adelante en el camino de Dios, los ojos en Él y no hayan miedo se ponga este sol de Justicia” (Vida 35, 14). Si queremos seguir sus huellas, pongamos nuestro corazón en la Verdad y desde allí amemos a la gente y el mundo en que nos toca vivir, con sus luces y sus sombras, es el nuestro, ¡abracémoslo! Dios nos da la oportunidad de construir una historia diferente a la que estamos viviendo, una historia de hermanos y hermanas, una historia junto a Él.
Para responder a los desafíos de su tiempo, Teresa llevó adelante la Reforma Carmelitana que consistía fundamentalmente en vivir en coherencia de vida: “Vinieron a mí noticia los daños de Francia (división de la Iglesia). Diome gran fatiga y como si yo pudiera algo o fuera algo lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo por las muchas que allí se perdían. y me determiné a hacer eso poquito que era en mí que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo” (Camino 1, 2).
Ante la doble vida, la mentira y la corrupción, Teresa responde con coherencia de vida y honestidad. Su vida hablaba con elocuencia, sin palabras. Hoy somos testigos de muchos discursos y palabras que no dicen la verdad ni la realidad de lo que sucede. Si queremos seguir las huellas de Teresa para encontrarnos con Jesús, hagamos eso poquito que podemos cada uno para vivir con mayor verdad, honestidad y justicia. Sólo así combatiremos la corrupción en México, es el mal de nuestros días. Comencemos por nuestra propia casa y en las pequeñas cosas de cada día intentando hacer eso poquito que podemos, siendo honestos, derechos, viviendo la rectitud y la verdad. Y enseñemos eso a nuestros hijos e hijas, a nuestros nietos.
Otra piedra angular de su Reforma fue la relación con la riqueza y la vivencia de la pobreza. “¡Oh riqueza de los pobres, que admirablemente sabéis sustentar las almas y sin que vean grandes riquezas se las vais mostrando!” (Vida 38, 21). Teresa vivió una singular integración de lo humano y lo divino y siendo una gran mística se acercó a los bienes materiales con un corazón desprendido, por eso le decían “baratona y negociadora” (Carta 24, 5). Por su gran habilidad para la administración (hay tesis doctorales sobre este tema en Teresa de Jesús) con muy pocos recursos sostuvo a 16 monasterios. Administraba con libertad, con transparencia y rectitud; sabía que los bienes eran para el servicio a los demás y aunque vivía con mucha pobreza decía “bien es ayudarse de aquel bien para ayudar a los pobres” (Vida 15, 8). Predicando con su vida de pobreza y santidad, también interpelaba sobre el uso y la administración de las riquezas: “. no miran que aquellos bienes no son suyos, sino que se los dio el Señor como mayordomos suyos, para que compartan a los pobres y que le han de dar estrecha cuenta (a Dios) del tiempo que lo tienen sobrado en el arca (donde se guardaban los dineros), suspendido y entretenido a los pobres y ellos están padeciendo” (Conceptos del Amor de Dios 2, 8). ¿Qué diría Teresa hoy a los que han sido puestos en el gobierno, o en el poder, sobre la transparencia y el uso de los dineros? Es posible que dijera a los cuatro vientos: “No comáis lo que es de los pobres” (Conceptos del Amor de Dios 2, 10).
En este tiempo de jubileo y de Adviento ¡concédenos Madre Teresa, amar a nuestro mundo, a nuestros jóvenes y niños!, pensar en ellos y construir juntos espacios más humanos, sin pretensiones de grandeza, desde lo poquito que podamos hacer, desde la coherencia de vida, la honradez, la honestidad y la justicia. ¡Enséñanos Teresa a liberarnos del consumismo materialista que embota los corazones y la inteligencia! Nos impide ver la realidad y luchar por una historia tejida entre hermanos y hermanas. ¡Ayúdanos a vivir en libertad!, porque “todo se pasa”, y los bienes materiales son para promover la calidad y el desarrollo de la vida, la dignidad humana, la justicia y hacer posible que el Hijo de Dios, que nos hermanó con su Encarnación, pueda ser el “Emmanuel”, el “Dios con nosotros”. ¡Hagamos posible en este Adviento la Navidad!