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“Acepta y fluye, acepta y fluye”

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Gaby Vargas

“Hoy voy a morir”, se dijo Antonia sentada en la cama. De manera extraña lo supo o lo decidió. La cámara se acerca a un rostro lleno de arrugas, enmarcado por un cabello totalmente emblanquecido, en el que el paso de los años resalta la belleza.

¡Qué mujer! Recia, inteligente y sensible. Pero lo que más me impactó fue su manera de ver la vida y su mente abierta para enfrentar todas las adversidades que se le presentan. Me refiero a la película Memorias de Antonia, que ganó el Oscar en 1996, a la mejor película extranjera. Es una cinta holandesa que te recomiendo ver.

De pocas películas me acuerdo una vez que abandono la sala de cine o apago el televisor; sin embargo, ésta ha secuestrado mi mente.

Mientras Antonia hace un recuento de su vida, los espectadores tenemos el privilegio de atestiguar la manera en que su belleza interior crece hasta traspasarla y tocarnos. Y eso es lo que hace que el filme se quede en el alma y nos deje el deseo y el anhelo de ser como ella. La sensación se asemeja a la que un superhéroe deja en un niño; dentro de nosotros resuena la posibilidad de ser mejores.

Antonia, llena de paz interior, fue feliz e hizo felices de una manera sutil y poderosa a todos quienes tuvieron contacto con ella.

La película me enseñó que puedes poner en práctica lo anterior a cualquier edad, y que la edad hace más sabia a una persona; en cambio, el desarrollo personal sí que lo logra. No se da mediante los estudios o la academia. Antonia era una mujer de campo, y trabajaba de sol a sol para poder vivir de él.

Ella simplemente vive en el presente, vive con conciencia y acepta a las personas y sus decisiones -algunas muy difíciles-, sin juzgar. Eso fue lo que más me confrontó: Antonia no juzga, sólo acepta y fluye. Acepta lo que es y fluye, mas no de una manera pasiva o conformista, más bien activa y valiente. Esos “así es” que la vida nos manda y que no está en nuestras manos cambiar, sino aceptar.

Evaluarnos

Su vida y la de todos a diario nos hace un examen sorpresa; de la nada nos ordena sacar una hoja para evaluar cómo lo resolveremos. Lo que nos toca es decidir si la experiencia nos engrandece o nos disminuye. Si queremos crecer y qué tan comprometidos estamos con hacerlo.

Dicho compromiso comienza cuando elegimos pasar por este mundo con mayor conciencia a cada momento, en vez dejarnos llevar por el piloto automático que suele dirigirnos. Esa voz que a manera de un GPS nos lleva al juicio inmediato, a la crítica y a la no aceptación de algo o alguien que actúa de una forma que no coincide con nuestro sistema de creencias. Incluso lo hacemos por costumbre, sin darnos cuenta de que somos víctimas constantes de esta voz que construye, uno a uno, los barrotes de nuestra cárcel mental.

Una de las pistas para darnos cuenta de que esa voz maneja nuestra vida, es sentirnos continuamente descontentos, intranquilos y con poca capacidad de gozo. Mas esa voz no somos nosotros, somos mucho más grandes que ella.

Las Memorias de Antonia nos enseñan a cortar los prejuicios y aprender a vivir desde el amor, la aceptación y la plenitud. Ésa es al fin y al cabo la verdadera fuente del placer y de la felicidad.

Por lo pronto, he decidido imitar a Antonia y tomar como mantra la frase “acepta y fluye, acepta y fluye”. Si bien sé que me costará trabajo, estoy decidida a lograrlo.


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