A lo largo de la vida me ha tocado cambiarme de casa muchas veces y es algo laborioso, que requiere tiempo y paciencia, pero tiene sus ventajas. Es el momento idóneo para deshacerte de un montón de cosas que se van acumulando en el tiempo.
Cuando llegas a la nueva casa y empiezas a desempacar tus pertenencias debes volver a ordenar las cosas y muchas veces hasta los muebles son diferentes. Si no eres una persona ordenada, esto puede producir mucho estrés, pues ya estabas acostumbrado a que las cosas estuvieran en un lugar y ahora están en otro muy distinto.
Afortunadamente tuve una mamá digna de hacerle un monumento. Ahora reconozco que tuvo mucha paciencia, ya que siempre estaba detrás de los cuatro hijos diciéndonos que pusiéramos los zapatos en su sitio, que cuando nos bañáramos dejáramos el baño como lo habíamos encontrado y si teníamos que levantar la cocina, que hacíamos turnándonos, teníamos que aprendernos dónde iban ollas, sartenes, vasos y demás enseres de la cocina. Teníamos que ser ordenados a la hora de hacer la tarea, organizarnos con un horario y así fuimos aprendiendo a organizar nuestra vida cotidiana.
Las cosas han de hacerse con un orden, por ejemplo para pintar, hacer música, elaborar una receta de cocina, presentar una obra de teatro o contar en términos matemáticos. El orden permite que ahorremos tiempo, esfuerzo y energía, y eso ayuda a tener estabilidad emocional, paz y tranquilidad, por lo tanto nos lleva a mayor productividad. Tratemos de ser personas ordenadas, sin duda funcionaremos mejor.
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*) Diplomada en protocolo y organización de eventos, y artista plástica. Correo: pvarases@msn.com