Mamá, nunca podré agradecerte todo lo que hiciste por mí. Cuando enfermaba me curabas, cuando surgía algún problema me aconsejabas o sacabas del apuro. Y nunca podré agradecerte todas las molestias que te tomaste para enseñarme cómo comportarme en la vida, con educación, amabilidad, cortesía y buenos modales.
Jamás te diste por vencida, era pequeña y me parecía que eras muy regañona; cuán equivocada estaba, ahora te agradezco aquella insistencia para que me convirtiera en mejor persona. Los buenos modales son un arte y mientras más estudias las reglas de urbanidad sientes cómo se suaviza el carácter y se fortalece el ánimo.
Desde pequeña tuve la oportunidad de conocer a personas que pasarán a la historia. Una de ellas es el comandante Fidel Castro, que me tuvo en sus brazos; claro, era una niña y seguro que lo más impropio que hice fue alejarme un poco de su cara, porque nunca había visto a un señor con barba.
Mientras mi mami vivió, el Día de la Madre era un día familiar, solíamos comer todos juntos: hijos, yernos, nueras y nietos; ella era la reina ese día, aunque a veces se enojaba porque su cumpleaños era el 5 de mayo y en España el Día de la Madre se celebra el primer domingo de mayo, y cuando coincidía la fecha no le gustaba nada porque sólo le tocaba una fiesta.
En el colegio, para celebrar este día, las profesoras repartían unas cartulinas dobladas a manera de tarjeta para que hiciéramos un dibujo para mamá y le dijéramos algo bonito. No he perdido esa costumbre, aquí tengo la tarjeta y el rótulo que dice: “Mamá, te quiero y te doy las gracias por todas las enseñanzas que me dejaste, que Dios te bendiga allí donde estés”.
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*) Diplomada en protocolo y organización de eventos, y artista plástica. Correo: pvarases@msn.com.