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Tus mecanismos de defensa diarios

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Había una vez un señor que, después de varias semanas de dedicarse a sembrar su jardín junto al río con árboles frutales y flores bellas, se sentó orgulloso en su terraza para disfrutar su obra.

De pronto, vio que un niño, seguido por un perro, pisaba sus plantas al perseguir una pelota. “¡Sal de ahí! ¡Fuera!”, le gritó enojado. Así que comenzó a construir una pequeña barda para evitar el paso de los intrusos. Satisfecho, terminó la barda y de nuevo ocupó su lugar en su mecedora para, entonces sí, sin peligro, disfrutar de su jardín.

No había pasado mucho tiempo, cuando vio que un venado asomaba la cabeza para morder, gustoso, sus verdes setos. “¿Qué haces tonto!”, vociferó.

Enfurecido, decidió elevar más la barda para impedir que volviera a suceder. Cuando se disponía a sentarse una vez más para entregarse a la contemplación observó que una parvada se detenía para comer sus manzanas. No lo podía creer.

Frenético, decidió techar el jardín por completo para que nada ni nadie lo maltratara. Cuando sacó su mecedora y vio aquella oscuridad, carente de vida sin el sonido del agua y de los niños, sin la vista de los pájaros y los animales, se dio cuenta de su error y de su soledad; fue entonces que decidió tirar todo para que, una vez más, otros pudieran visitar y disfrutar, al igual que él, de su hermoso y alegre jardín.

Este cuento me gusta porque describe a la perfección lo que la psicología llama “mecanismos de defensa”. Dichos mecanismos los utilizamos de manera automática para protegernos de la ansiedad, temor, de la voz de nuestra propia conciencia o de amenazas externas o internas reales e imaginarias.

¿Cuáles son?Mecanismos de defensa son, por ejemplo, el miedo, negación, descaro, evasión, insensibilidad a las emociones, juicio a otros, control, abuso de sustancias, desórdenes alimenticios y demás.Las defensas engañan porque nos compran tiempo, pero no alivian nuestros temores, y son, cuando mucho, una especie de curita que tapa de momento el miedo o el dolor. No te hacen más fuerte ni resuelven los problemas, sólo los agravan y te debilitan. Al tener una actitud defensiva te conviertes en un fugitivo de ti mismo y de tus inseguridades.

El miedo y el dolor nos obligan a vivir limitados. No puedes estar a la defensiva y ser libre. No puedes reprimir las emociones y sentirte pleno. No puedes esconder heridas y sentirte sano. No puedes construir una barda y sentirte conectado con el universo. No puedes cerrarte al miedo y estar abierto al amor.¿Cuándo los utilizamos?Los mecanismos de defensa afloran cuando sientes que una situación te rebasa. Cuando algo es “mucho”: mucho miedo, mucho dolor, mucho estrés, mucho resentimiento, mucha debilidad.

Paradójicamente, cuando tienes el valor de tirar las bardas en el interior, el alivio llega. Cuando dejas ir viejas defensas, el miedo se va con ellas; cuando dejas ir la ira y la agresividad, éstas salen de nuestro sistema.Observa en qué situaciones o relaciones te pones más a la defensiva. Date cuenta de cómo, cuando aparecen, no te sientes bien.La meta es manejarlos, no eliminarlos; ser más flexibles y menos reactivos. Así, como el señor con su jardín, eventualmente derribar las bardas que impiden el paso del aire, el sol y la alegría a nuestras vidas.

Ábrete a dejar ir esas viejas defensas, esos viejos miedos, esos viejos impulsos que hieren. En cambio, visualiza que eres una persona más receptiva, más auténtica, que piensa diferente, que se comunica diferente. E inaugura con esto nuevas posibilidades.- www.gabyvargas.com

 

(*) Escritora

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