Quiero compartir con ustedes lo que me sucedió hace más de quince años.
Recuerdo ese día con mucho cariño pues mis papás celebraban veinticinco años de casados: hubo una misa y un desayuno en que estuvieron acompañados de familiares y amigos cercanos.
Me levanté temprano y al bajar a la cocina sentí un aroma delicioso que no reconocí. Inmediatamente me puse a buscar un ramo de flores que seguramente mi papá había encargado para mi mamá. Revisé prácticamente toda la casa pero no encontré nada. Decidí que era más práctico avisarle a mi papá para que él sacara las flores del escondite.
Al entrar a la recámara de mis papás ellos seguían durmiendo y al pie de la cama estaba una imagen peregrina de la virgen Reina de la Paz que se estaba quedando unos días en mi casa con motivo del aniversario.
Me acerqué a mi papá, lo desperté y le dije que no encontraba las flores. Me miró con cara de no entender de qué le hablaba. Así que le expliqué que al bajar sentí el olor de las flores y como no las encontré pensé en despertarlo. Recuerdo cómo prácticamente saltó de la cama, bajó la escalera y al llegar a un cuadro de la Virgen se acercó y le dio un beso. Me volteó a ver y me dijo: “Cuando ella nos visita el cuadro huele a flores”. No hubo más explicaciones sobre lo ocurrido.
Considero este acontecimiento como un regalo; aunque no merecido, sí muy hermoso. Gracias, María, por ser tan cercana, por haberme regalado una familia que me enseñó el amor a ti en la vida ordinaria; por ser Madre que siempre nos ha llevado a amar y conocer a Jesús y su Iglesia. Ayúdanos para que nuestra existencia sea un perfume de alabanza a Dios y testimonio de su presencia viva.- Diana.- Si tienes un testimonio para compartir, comunícate con Ana María al teléfono 944-96-73 o escribe al correo testimonios_de_vida@hotmail.com.